miércoles, 23 de julio de 2008

El lenguaje del deseo




Kristeva amplia su teoría dando un énfasis importante al momento estético en el que el sujeto aún no diferencia entre sí mismo y “lo otro”. De lo que el individuo debe aprender a separarse, distanciarse de todo lo que no lo identifica como parte de su persona. Para Kristeva lo abyecto es una confrontación al tabú del incesto, a partir del cual se explica la teoría del narcisismo primario. Que es aquel en que la energía libidinal no se centra en otro objeto externo, el otro tipo de narcisismo es post-edípico en el que según Freud la libido se dirige hacia el ego del sujeto. En la primera etapa impera el caos y la confusión, el sujeto sufre por la angustia y ambivalencia espacial (adentro y afuera) padece una ambigüedad de percepción (dolor y placer) se siente entre la vida y la muerte. Este estado confuso lo lleva al temor del incesto.


Su cara estaba en éxtasis y yo, frenética de deseo de unirme a él… me retorcía, lo acariciaba, me aferraba a él. Su espasmo fue tremendo, de todo su ser. Se vació por completo en mí... y mi entrega fue inmensa, con todo mi ser, aunque con un miedo en el centro que reprimió el espasmo supremo.

Entonces quise dejarlo. En alguna región remota de mi ser aleteaba un sentimiento de repugnancia. Y él temía esa reacción en mí. Quería escapar. Quería dejarlo. Pero lo vi tan vulnerable. Me parecía terrible verlo tendido de espaldas, crucificado y a la vez tan potente… irresistiblemente atractivo. Y recordé que en todos mis amores ha habido una reacción de rechazo… que siempre he tenido miedo. No lo ofendería con mi fuga. No lo haría después de los años de dolor que le había provocado mi rechazo anterior. Pero en ese momento, después de la pasión, tenía que ir a mi habitación, estar sola. Esa unión me había envenenado. No era libre para disfrutar su esplendor, su magnificencia. Una sensación de culpa pesaba sobre mi placer, me agobiaba, pero no podía revelárselo. Él era libre , mayor y más valiente que yo. Podía aprender de él. ¡Al fin sería humilde y aprendería algo de mi padre! Incesto, Anais Nin, 1933.


La falta en el otro
La respuesta del amor es: “yo soy lo que a ti te falta, con mi devoción a ti, por mi sacrificio por ti, te llenaré y te completaré”. El sujeto llena su propia falta con la falta en el Otro.

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