jueves, 24 de julio de 2008

La nueva carne, mi nuevo cuerpo


Nuevas líneas de pensamiento y algunas teorías feministas han generado una revisión de los modos de representación del cuerpo a lo largo de la historia del arte. Ya no es posible concebirlo como un simple objeto de deleite visual y pasivo, sino como una plataforma artística, zona de inscripción de conductas sociales y sexuales, un reflejo del poder. La fotografía, una de las plataformas que ha ayudado a configurar nuestras nociones de cuerpo y reflejar el control social al que está sometido. Deja de ser un elemento pasivo para dar expresión a diversas experiencias ligadas al dolor, al placer, al sexo, a la cosmética, a la cirugía.

Es por eso que este proyecto no sólo recurre a la fotografía sino a la fotografía como conformación de un cuerpo en proceso a través de la mirada complice de una fotógrafa.

Artistas como Barbara Kruger, Sherrie Levine, Jenny Holzer y Cindy Sherman relatan que el cuerpo biológico sólo proporciona un espacio para la inscripción social. El cuerpo no es un lienzo en blanco está cubierto de discursos masculinos que deben ser desmontardos, transformardos, subvertirdos. Las series fotográficas de Cindy Sherman, Fairy Tales (1985), Disasters (1986 -1989) o Sex Pictures (1992) presentan un cuerpo que juega entre lo natural y lo antropomórfico, lo orgánico y lo artificial, lo humano y lo posthumano, lo carnal y lo protésico. Convirtiéndolo en algo obsceno, impúdico, degradante, abyecto. Lo abyecto provoca
crisis, repugnancia y perturba la identidad, pone a prueba los límites de resistencia y tolerancia del orden social. Sherman apuesta por la capacidad de impacto de unas imágenes que reflejan las patologías de una sociedad del consumo. Como apunta Susan Sontag, «la cámara puede ser benigna, pero también es experta en crueldad». La vivencia directa del cuerpo encarnado, como señala Maurice Merleau- Ponty en Fenomenología de la percepción, sirve para tomar conciencia del lugar que ocupamos en el mundo. El individuo, el yo, el sí mismo (the self ) ni refleja pasivamente las normas sociales existentes ni es el resultado de la actividad solitaria y egocéntrica de un sujeto encapsulado, sino que se constituye a través de un rico juego de relaciones intersubjetivas, a través de un diálogo abierto con la realidad circundante inmediata, es decir, a través de la alteridad. Sherman presenta una estrategia de inversión de los estereotipos femeninos. De figuras voluptuosas, seductoras, esculturales y atractivas a cuerpos tumefactos, sexualmente dominados, reemplazados por prótesis. Señala Donna Haraway, el cyborg es nuestra ontología, es la encarnación de un futuro abierto a las ambigüedades y a las diferencias. En un mismo cuerpo la máquina y el organismo, la naturaleza y la cultura. En el contexto de la nueva ola y el cyberpunk se habla de la «nueva carne», un término que, inspirado en William Bourroughs y tematizado luego en el libro de William Gibson Neuromante (1986) o en las películas de David Cronenberg Videodrome (1982) o Crash (1996), designa la mutación que está viviendo el cuerpo humano con la creciente posibilidad de realizar injertos nanotecnológicos e implantes protésicos encaminados a la construcción de unidades virtuales capaces de superar las limitaciones físicas y las contingencias del azar. Esa mutación, el anuncio de la llegada de un «nuevo ser» no sólo se visibiliza en el campo de la ciencia ficción, sino que también se puede apreciar en los diversos cambios corporales relacionados con el tatuaje, el piercing, el body- building, los cambios de sexo, la cirugía radical o el body-art. Transgresiones del cuerpo. La «nueva carne» monstruosidades creíbles, personajes grotescos, deformes, tumefactos, diabólicos que, a pesar de sus apariencias, resultan muy humanos, claro ejemplo Edward Scissorhands. La realidad virtual y la ciencia ficción pretenden cambiar, recrear, reinventar la realidad humana, aunque los resultados no siempre son los deseados.

Mi nueva carne ha empezado su proceso de curación mediante un corto plazo de la seguridad y la dureza del yeso, ha padecido dolor, hambre, hastío, cansacio, excesos, frío, calor y placer extremos. En ese proceso ha reaprendido a seducir y dejarse seducir, ha sido nuevamente tocado, deseado y penetrado. Su existencia no sólo se transforma ante mi mirada, sobre todo lo hace ante la mirada de los otros, quienes parecen descubrir, tratando de adivinar qué es lo que me hace distinta...

La siguiente propuesta consiste en presentar un cuerpo flagelado, pero no sin antes ser merecedero de placer, del que devienen castigo, humillación y dolor.

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